El –todavía- presidente Felipe Calderón, presentó una iniciativa de reforma
constitucional para cambiar el nombre oficial de este bonito país, que no es “México”,
como todo el mundo lo conoce, sino “Estados Unidos Mexicanos”, ajá, emulando a nuestro
vecino del norte… Pero vayamos por partes.
“México”,
según algunos cronistas, significa lugar de Mexitli, caudillo que guió a los
mexicas y que fue criado en una penca de maguey –como esa donde grabé tu
nombre, juntito al mío-.
Luego vino
la conquista y entonces fuimos “Nueva España” por casi 300 años… Hasta ahí todo
va bien, creo.
Después nos
independizamos, así que la madre patria y todo lo que tuviera qué ver con ella
se podía –y se tenía- qué ir al carajo. Encontrar un nuevo nombre para nuestro
país era tarea inaplazable. Y el numerito fue motivo de debate, así, surgieron
diversas propuestas como: “América
Septentrional”, “América Mexicana”, “Imperio
Mexicano”, “Nación Mexicana Anáhuac”, “República de los Estados de Anáhuac”, “República
de México”, “Estados Unidos Mexicanos”, entre otras lindeces.
Pero
la cosa no fue tan sencilla, hasta eso, el consenso les costó trabajo. En 1824, un brillante congreso constituyente adoptó
el nombre de “Estados Unidos Mexicanos” para el país, teniendo como paradigma a
los Estados Unidos de América, que en esos momentos eran, en opinión de
aquellos constituyentes, “el ejemplo de democracia, progreso y libertad a
seguir”. Sí, esos legisladores eran tan perspicaces
como los de ahora, esa estirpe no ha cambiado en lo absoluto…
Sin embargo, por alguna razón, la metonimia hizo su chamba y todo mundo –literal- le comenzó a llamar simplemente
“México”…
Así
se le conoce en el todos lados, todos lo utilizan así. Nuestro gentilicio es “mexicanos”
y no “estadounidenses mexicanos”.
Imagínense,
Chucho Monge hubiera escrito (y Jorge Negrete cantado) “Estados Unidos
Mexicanos, si muero lejos de ti…
Yo estoy de acuerdo con el –todavía- presidente Calderón. El
nombre es absurdo, ilógico, soso, pasado de moda, caduco, sin sentido. Dicen
que lo que no se usa se atrofia y acaba por desaparecer. Tiene qué ser.
Maduremos por favor.
Ya varias veces se ha querido cambiar el nombre, pero los
tercos no quieren soltar prenda, sabrá Dios por qué…
Obituario: Héctor Camacho, sí, era un “Macho”.