Fumé durante dos años. El 2004 y el 2005 me los pasé completitos con el cigarro en la boca . Pero la tos ya me despertaba en las noches. Entonces lo dejé.
Fumar hace daño. ¿Cuántos de nosotros no tenemos algún amigo o familiar que haya muerto a causa del tabaco? Sin embargo no hacemos caso. Yo tenía un tío cuya frase era “podré estar sin comer, pero no sin fumar”.
Los fumadores son necios, les es difícil dejar de apreciar esa rica sensación (que, por cierto, a veces extraño), así que si suben de precio no importa, igual los compran. Y si el precio aumenta no pasará nada con el consumo, el que fuma, fuma y ya.
Y ahora ahí van nuestros legisladores (muchos de ellos fumadores consuetudinarios) a gravar el tabaco. El razonamiento es simple: los políticos creen que por cobrar más impuestos al tabaco generarán incentivos negativos al fumador (¿?), quien hipotéticamente preferirá no hacerlo. En contrapartida, los millones de pesos que recaudará el gravamen servirá, también hipotéticamente, para paliar los costos de salud pública derivados de la enfermedad pulmonar que genera el tabaco. Suena bonito. Pero sólo suena bonito, yo a estos compañeros ya no les creo nada.
Algunos dicen que son agresiones directas al muy respetable gusto por fumar. Lo que es cierto es que cada quién es libre de meterse en el cuerpo lo que se le ocurra ¿no? Eso sí, consciente de las consecuencias.
Por todos lados han tratado de extirpar ese “cáncer” que significa la industria tabacalera en nuestro país. Primero prohibieron la publicidad en los medios electrónicos y dejamos de ver aquellos comerciales del vaquero contemplando un hermoso atardecer en el campo, montado en su caballo, tomando café y fumándose un "flavio", mientras cuidaba a su ganado... “Venga a donde está el sabor, venga al mundo marlboro”, decía Enrique Rocha con el maravilloso fondo de “Los siete magníficos” de Ennio Morricone. ¡Era buena publicidad, no como la de Elektra!
Luego vino la ley que prohíbe fumar en espacios cerrados. No a los cigarros en fiestas, reuniones, eventos sociales, antros, conciertos y demás lugares en los que ¡ah, cómo se antoja prender un “pitillo”! Entiendo lo de los hospitales por obvias razones, pero lo demás es exagerado.
Conclusión: Es muy hipócrita el argumento de aumentar impuestos al tabaco para “poder asumir los costos que implica atender a la gente que se enferma por fumar”. No deja de ser un acto discriminatorio, por muy políticamente correcto que sea, el agarrar de punching bag al tabaco… Y todo por no atreverse a realizar una verdadera reforma fiscal…
Obituario: “Ni un tostón al teletón”, mi frase para el siguiente mes.
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