Cuando
iba en la prepa, un par de amigos míos discutían muy seguido acerca de la
existencia o no de Jesús de Nazaret… La discusión, desde luego, era infructuosa;
la conclusión inexistente…
A
mí, de verdad, nunca me importaron sus opiniones, yo sé lo que pienso y lo que
siento (cada quién debería hacer lo mismo). Ya lo dijo la desiderata: “debes
estar bien con Dios, cualquiera que sea tu idea de Él”…
Eso
sí, existen pruebas fehacientes, no bíblicas, ni religiosas, que demuestran su
existencia histórica… La alusión directa más antigua es de Flavio Josefo,
el historiador judío más reconocido. En sus Antigüedades judías menciona en un par de
párrafos a quien, dicen, era el “Cristo”. No aporta información sustancial para
conocer la vida o el mensaje de Jesús de Nazaret, pero sirve, sin duda, para
documentar su existencia histórica…
Siempre
he defendido que no importa en realidad quién era ese Jesús, si de verdad
estuvo en este mundo o no. Si fue un invento del catolicismo o si es todo una
mentira armada a base del culto de adoración a Dios. No es relevante saber si
fue el primer hippie que pisó esta tierra, si solamente era un loco con ideas chifladas
o si era el mesías que los judíos esperaban para librarse del yugo romano. No
importa si era hijo de Dios o si solamente se lo creía. No importa si fue un teo-megalómano
histeroide (¿qué tal las palabras domingueras?) o un ser detestable que se
convirtió en Dios. No importa si era el enviado del cielo o no… No, eso no
importa. Lo importante es su mensaje, ahí se encierra todo el asunto, pero ¿qué
creen? Ese no es mi punto hoy…
Mi
punto es que, a pesar de todo lo anterior, y estemos del lado que estemos, este
señor partió la historia del mundo en dos, antes y después de Él… Y yo quiero
ver al guapo que se aviente ese trompo a la uña…
Obituario:
Algunas veces, las cosas más reales en este mundo son las que no podemos ver...