“Que arrastré por este mundo la vergüenza de
haber sido y el dolor de ya no ser”, decía Gardel. Y no debe haber cosa más
dolorosa que eso…
Joaquín 'El Chapo' Guzmán
Loera, creador del cártel de Sinaloa era, hasta hace tres días, considerado el
narcotraficante más poderoso del mundo. Con ingresos que podrían exceder los 3
mil millones de dólares, según la revista Forbes (en cuya lista de los hombres
más ricos del mundo apareció del 2009 al 2012). Era la cabeza de un
"negocio internacional" que lo mismo llega a América del sur que a
Oceanía, por todos los medios posibles. Propietario de casas, autos, ranchos,
terrenos, aeronaves, residencias, joyería y relojes de oro con incrustaciones
de piedras finas, en fin. Dueño, amo y señor de todo lo que se le pudiera
antojar. La cima del mundo era para él un mísero ladrillito.
Ajá, sí, pero con todo y todo
vivía a salto de mata. No pasaba dos noches bajo el mismo techo, medio dormía,
no confiaba ni en su sombra, comía con el recelo del futuro envenenado. Colmado
de psicosis. Y andaba de túnel en túnel, de cloaca en cloaca. Huyendo, con la
zozobra de saber que en cualquier momento lo van a atrapar. Lleno de paranoia y
tomando todas las precauciones necesarias para no caer en la trampa. Igualito
que las ratas.
Todo el poder y todo el dinero
no sirven cuando no se hace lo correcto. Se escribe “karma” y se pronuncia “ándele
por hijo de la chingada”…
Hace tres días “el Chapo” era
todopoderoso, hoy no es más que un pobre cabrón en desgracia (o al menos eso es
lo que nos quieren hacer creer).
Obituario: ¿Kate del Castillo
seguirá creyendo más en Guzmán Loera que en los gobiernos? Por favor, que
alguien le pregunte.