En un tono muy dramático,
Andrés Manuel López Obrador nos habla desde la pantalla de televisión, de le ve
preocupado, inquieto, ansioso y turbado. “Lo advertimos, dijimos que nos iban a
llevar al despeñadero. Pero estoy optimista, ahora hay un despertar ciudadano y
es de sabios cambiar de opinión. Y vale más tarde que nunca. Vamos a volver a
tener en nuestras manos el destino de nuestras familias y el destino de
México…”
Él lo advirtió, no se piensa
cansar, ahora ya es dueño de su propio partido, y puede hacer con él lo que se
le antoje. Así, va a estar en la boleta para la elección presidencial del 2018.
“La tercera es la vencida”, seguro pensará.
Sin embargo, el llamado “Peje”
la tenía, era suya y la dejó ir. En enero del 2006, tenía 20 puntos de ventaja
(leyó usted bien) sobre su más cercano adversario, ¡20 puntos! Atrás de él iba
un tipo gris, poco agraciado, cero simpático y muy acartonado de nombre Felipe
y de apellido Calderón. Ni el polvo le veía al candidato de izquierda. Ya del
aspirante del PRI mejor ni hablamos, Roberto Madrazo fue un chiste durante toda
la campaña. Pero AMLO, AMLO iba en caballo de hacienda, tenía la mesa puesta,
ya se relamía los bigotes y se frotaba las manos como mosca sobre caca.
Pero, como todos sabemos, la
echó para afuera, se quiso sentar antes de sentarse y se le cayó el sueño que
tanto ha acariciado. Primero fue la campaña negra, aquella del “peligro para
México”. Luego su soberbia y toda su arrogancia. No fue a uno de los debates
más importantes, tampoco contestaba llamadas de ningún medio (“cerco
informativo” le llamaba), le gritó “cállate chachalaca” al presidente Fox (de
acuerdo, don Vicente es una chachalaca, pero no era ni el momento ni el lugar).
El señor era inalcanzable, no era de la estatura de la vida de nadie. Así se
fue resbalando de la cúspide y al final perdió por quinientos mil votos.
Suficientes para quedar fuera de los Pinos (bueno, en su caso, de Palacio
Nacional).
Y yo lo vi, a mí nadie me lo
contó. Durante un corte comercial en una entrevista para un noticiero de radio,
le preguntaron cómo iba la cosa. Andrés Manuel desparramado en la silla y con una
inusual pedantería respondió “me los voy a chingar, así, con cerco informativo,
con guerra sucia y con todo y todo les voy a ganar…” Ajá, el fin de la historia
es de todos conocidos. El pez por su boca muere.
Pero ahí va otra vez,
convencido de que ahora sí podrá asaltar el poder. Empieza de muy atrás,
¿ustedes creen que le alcance?
Obituario: Cayó “la Tuta”, en
el helicóptero de la PGR parecía lo que, según el “Chapo” siempre fue: Un
vulgar raterillo…
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