Todos los días, tanto a usted
como a mí, se nos olvidan cosas: Los
lentes, el tupper con la comida, las llaves de la casa, no sé, cualquier cosa
es susceptible a un olvido. Por eso no entiendo por qué atacan tanto a mi
querida –y guapísima- Alejandra Barrales. A ella nada más se le pasó declarar
un departamentito en Miami, de esos que cuestan un millón de dólares. Un
departamento en Florida, que forma parte
de la prestigiosa área de Sunny Isles,
en la zona norte de Miami Beach, un punto caliente del lujo inmobiliario que
cuenta con seis torres con la marca Trump. Es un departamento en el que una
cortina eléctrica deja a la vista un paisaje maravilloso. Al activarse, la
persiana revela a la derecha un pequeño natural protegido y a la izquierda el
océano Atlántico. Ah, y además tiene embarcadero propio.
Se le olvidó, ¿y qué? A
cualquiera le pasa. De verdad, no es para tanto. Mi Alejandra es una luchadora,
es alguien del pueblo, que viene de abajo, ¿a poco no se lo merece? Bola de
envidiosos. Ella lucha por los desprotegidos, por aquellos que viven al día,
por los que se levantan a romperse la madre a diario, y se suben al metro y
trabajan todo el día. Ella se ocupa de esos que ni comen, de los que no tienen
trabajo y tampoco tienen casa. De los que venden dulces en la calle o limpian
parabrisas. También, por supuesto, de los niños sin hogar y de los viejos sin
familia. Mi Ale se preocupa de todos ellos, porque, como debe ser, primero los
pobres.
Así que ni le hagan caras
porque, con todo ese trabajo y con tantas preocupaciones, bien puede tener un
depa en Miami, bien que se lo ha ganado. Se lo merece.
¿Y si se le olvidó qué? Como
si a ustedes nunca se les hubieran
olvidado apagarle a los frijoles o la comprar la cartulina para la tarea de los
niños. Runfla de resentidos. Pero en fin, cuando hagan todo lo que Alejandrita
hace por este país y tengan su departamento en la Florida hablamos ¿va?
Obituario: Hoy, por los pobres,
me ahorré el obituario. Eso, señores, se llama austeridad.