Mucha gente dice que este arroz
ya se coció, sin embargo, aún no se dice la última palabra, ni se cuenta la última
boleta. Todo puede pasar, cualquier cosa puede suceder.
Por lo pronto, se viene el
distractor más grande que la industria del entretenimiento nos puede regalar,
la copa del mundo de fútbol, el mundial de Rusia. A partir de este jueves y
durante un mes, todo mundo dejará de ser experto en política para convertirse
en director técnico.
Y nos va a servir, a todos, para
olvidarnos un poquito del bullicio y de la falsa sociedad, de los ataques y las
promesas, de los mesías y los iluminados, de los genios y de los traidores, de
los vulgares raterillos y de las mosquitas muertas, de los mocha manos y de los
futbolistas candidatos…
Que nos sirva para darle la
verdadera dimensión al paquete que se nos viene encima, que nos sirva para
reflexionar muy bien, pero muy bien, nuestro voto –lo cual es un hermoso cliché,
pero los clichés siempre son crudas verdades-.
Mientras, apoyemos a los que nos
representan en Rusia, aunque hagan fiestas con chicas, de esas buena onda,
aunque el técnico ponga al Chicharito de defensa lateral. Aunque no confiemos
en ellos. Al final, aunque sea en el clóset, todos esperamos buenos resultados,
todos queremos gritar muchos goles verdes, no me digan que no. Todos vibramos
con el himno y nos enojamos si pierden. Todos seguimos mentándole la madre a
Robben y maldiciendo a Donovan y a Maxi Rodríguez.
En fin, ojalá este oasis nos
sirva para descansar tantito del mundillo político, de su desierto de
propuestas y el maremoto de ataques y estupideces dignas de cualquier circo de
pueblo.
Obituario: Yo, la verdad, sí
confío en que Brasil nos gana en el cuarto partido.
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