Decía George Orwell que el “big
brother” nos observaría todo el tiempo, nos estaría vigilando. Jorge Van
Rankin, Eduardo Videgaray y Roberto Palazuelos lo saben bien. Lo que el
escritor inglés predijo en su novela “1984” (escrita en 1948) se volvió una
cruda realidad. En todos lados hay ojos que nos ven, que nos tienen en la mira,
que cuidan cada paso que damos. Cualquier cosa que hagamos puede ser usada en
nuestra contra. Por lo tanto, debemos portarnos muy bien, sobre todo si somos
políticos, gobernantes o figuras públicas…
Pero creo que eso no lo sabe mi
güero Velasco, que se aventó la puntada de abofetear a un subalterno a plena
luz del día, durante una caravana, el día de su informe en diciembre pasado. Al
parecer el ayudante, empleado, colaborador, asistente, agregado o lo que sea
que fuere; sacó de sus casillas al gober chiapaneco, en el video que se volvió
“viral” (me gusta esa palabra) se aprecia que Manuelito (así le dice Anahí) le
habla varias veces, voltea con ojitos de pistola, revira al susodicho, le pega
un grito, le pega dos y al final le pega un cachetadón digno de Itatí Cantoral
en su papel de Soraya Montenegro (ajá, la de los memes).
“¡Es que no entiendes, carajo!”
Habría gritado mi mamá.
Luego de la sobreexposición del
citado video (unos cuarenta minutos), llegó al ciberespacio la respuesta del
gobierno chiapaneco. En otro video, el gobernador ofrece una disculpa pública a
Luis Humberto Morales, alias el “cachetadas”. Se abrazan, se apapachan y casi
casi se besan sus bocas. Eso sí, ya ambientado, con el cariño que se tienen, de
camaradas, Luisito le planta dos bofetones a mi güero, quien lo ve feíto, medio
trata de zafarse y, bajita la mano, lo hace a un lado y lo manda derechito y
sin escalas atrás de bambalinas. Ni modo de hacer otro show enfrente de la
multitud. Supongo que ya en corto le han de haber puesto, por lo menos, otro
par de chingadazos por tomarse tales confiancitas.
¡Qué pena! Tanto presupuesto en
propaganda y comunicación desperdiciado en una bofetada.
Obituario: Gustavo Madero
regresó por su pan, claro, después de asegurar su hueso.
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