La verdad es que el señor Jaime
Rodríguez Calderón, el “Bronco” resultó un personajazo. Alguien le dijo –quizá
su misma conciencia- que se lanzara por la presidencia de la república. Y se
puso a recabar firmas, muchas chuecas, según dicen, y luego, con el puñal entre
los dientes, se arrojó a hacer campaña…
Es un excelente candidato. Aunque
no tiene foco, aunque no aparece en los medios, aunque nadie lo pela, aunque es
un cero a la izquierda de los otros tres candidatos, cuando tiene el reflector
lo aprovecha mejor que nadie.
Comenzó con el asunto de cortarle
la mano a los corruptos, luego, el chango agarró el cuchillo y se destapó de
linda manera. Fue a “Tercer grado” a reírse de los periodistas que lo
entrevistaban, los hizo enojar, les dijo “paleros”. Él no se equivoca, todo lo
hace bien. Se la pasa provocando a los otros candidatos –quienes no le dan
acuse de recibo, ¿para qué?- y los llama “ratas”. Tiene la solución para todo,
puras ocurrencias, soluciones tajantes, absurdas, estúpidas, ideas locas que
solamente caben en alguien como él. Dice que está jugando de extremo por
izquierda y que ya metió tres goles, que en debate le hizo al Papa porque los
hizo abrazarse –no es cierto, solamente se dieron la mano-.
Es, simplemente, un chivo en
cristalería, rompiendo todo lo que se le atraviese. Y se siente bien, en su
hábitat, está contento. Raymundo Rivapalacio dice que es una versión tropical
de Donald Trump. Y no le falta razón, el regio es polémico, peleonero, valemadrista, echado para adelante,
incendiario. Confronta, incita, azuza, cuchilea. Es un candidato, pues, tiene
todas las características que debe tener un aspirante. Este vato, en otras
circunstancias, con un buen respaldo, estaría en los cuernos de la luna.
Entendámonos bien: No digo que
sea buen gobernante, pero para nada. De hecho es malísimo, pregunten en Nuevo
León. Pero como candidato es lo máximo, ¿se acuerdan de Vicente Fox? Pues ni
más, ni menos.
Obituario: Este que escribe se va
de vacaciones, nos leemos en quince días.