Hace apenas unas semanas, José Antonio Meade y Andrés Manuel López
Obrador se atacaban sin cuartel, se daban hasta con la cubeta, se decían de
todo. Vimos ataques y descalificaciones. AMLO le llamaba “ternurita”, decía
que el entonces candidato priísta era un corruptazo de lo peor, miembro de la
mafia del poder, que no era más que una tapadera del presidente Peña, que era
un “señoritingo” fifí, un niño bien, que él y todo el ITAM, que no aguantaba
nada, que Osorio Chong hubiera hecho mejor papel, que no le ganaba ni a
Margarita, que si Nestora, que le hacía los mandados y mil cosas más…
De Meade a López Obrador la cosa fue más o menos lo mismo: Un
peligro para México, el retroceso a todo lo que da, que Napo, que Nestora, que
la izquierda, que Venezuela, que la senectud, que otras mil cosas…
¿Y luego? Luego vino la reconciliación. Por el bien de todos,
primero el país. Estos dos simpatiquísimos personajes aparecen en un video,
sonrientes, despreocupados, lindos, bien peinados, el ganador de la elección
dijo que se reunió con el excandidato presidencial por el PRI “porque la
nobleza obliga”. Además dijo que Meade “es una persona buena, decente,
honorable, es ese mi punto de vista y además tenemos los mexicanos que unirnos,
hay que reconciliarnos para sacar adelante a nuestro querido México, llevar a
cabo la cuarta transformación de la vida pública.”
Por su parte, José Antonio Meade deseó suerte a López Obrador
y agradeció la invitación a su casa: “Muchas gracias señor por la invitación,
por recibirme en su casa y por la oportunidad de decirle lo que dije en esa
llamada, la mejor de las suertes, porque en su éxito es el éxito del país y
estoy seguro que le va a a ir muy bien”. ¡Señor!
¿Y entonces? ¿Somos o no somos? ¿Las campañas son solamente
simulación? ¿Puro teatro? Saque usted sus conclusiones, querido lector.
Obituario: ¡Ah! Antes Carlos Slim era mandadero de Salinas,
hoy es un ejemplo para México y el mundo…
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