Insultos, amenazas, mentadas de
madre y todo tipo de ofensas. Dardos que van directamente a aquellos que
padecen hambre y violencia. A esos niños que no tienen que comer, a esas mujeres
desesperadas y esos hombres frustrados, desilusionados, cansados. A esos que no
migran por gusto, sino por necesidad. La violencia y la pobreza de su país los
ha expulsado; no les queda otra, es migrar o morir. No son delincuentes, ni
violadores, son familias, mujeres, hombres y niños, gente como nosotros, que
busca el futuro, así nada más, buscan el futuro.
Miles de mexicanos se
expresan en redes sociales en contra de la caravana migrante que cruzó de
Guatemala a México. Los mensajes son preciosos, llenos de odio y de rencor,
repitiendo los mismos discursos que les lanzan a los mexicanos allá, en Estados
Unidos. Con todo tipo de adjetivos, que no pienso repetir, no tiene caso. Usted ya los ha escuchado.
Es verdad que México no está en
condiciones de dar cabida a migrantes de otros países, mientras el nuestro se
desangra como se desangra, pero sí podemos hacer un esfuerzo y, mínimo, darles un trato
humanitario. Es lo menos que se merecen.
Ya se nos olvidaron los niños encerrados
en jaulas durante meses. Ya se nos olvidó que en los sismos de septiembre hubo
una comunidad de migrantes centroamericanos en Jojutla, ayudando a los
damnificados. Ya se nos olvidó que somos un país de origen, tránsito, destino y
retorno. Ya se nos olvidó Trump y su absurdo discurso.
Ahora, las víctimas se
convierten en victimarios de los inmigrantes ilegales que tratan de atravesar
el último tramo hasta EE.UU. Nos sentimos con el paradójico derecho de decirles
lo que se nos antoje a aquellos que lo han perdido todo.
Pobre México, la solidaridad es
un hermoso cliché que sirve para tomarse fotos y publicarlas en las redes.
¡Basta de discursos hipócritas
que exigen derechos humanos al norte y los niegan al sur!
Arjona tenía razón, “si el norte
fuera el sur, sería la misma tontería…”
Obituario: Balacearon la casa del
cardenal Norberto Rivera, ¿deberá algo?
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