En 1976, José López Portillo
ganó la presidencia compitiendo contra nadie, pues no tuvo contendientes,
claro, a excepción de Valentín Campa que participó sin registro electoral con
el no reconocido Partido Comunista Mexicano. Pero eso y nada era lo mismo. Aquella
campaña del llamado “perro” fue en vano, dinero tirado a la basura. De todos
modos, pasara lo que pasara iba a resultar triunfador. Ya saben, estupideces
históricas de nuestro singular país.
Algo similar sucedió con Miguel
Ángel Mancera, quien llegó a la jefatura de gobierno del distrito federal luego
de ganar la elección con una ventaja de más de 40 puntos sobre su más cercano
perseguidor, al obtener 63.5% de los votos, preferencia histórica en la capital
del país. Ajá sí, casi compitió solo. Ni Betty Paredes, ni Isabel Miranda de
Wallace hicieron mucho por hacerle sombra.
Así las cosas, los chilangos
querían a Mancera. Marcelo Ebrard –el otrora “mejor alcalde del mundo”− le iba
a quedar chiquito. 55 % de la población lo aprobaba y le daba una calificación
de 7.5 y hasta 8. Pero, como diría Maná, este mundo ya giró. Y ahora al soltero
más codiciado de la ciudad se le está viniendo la noche. Sus gobernados lo
califican con un desagradable 5.6 (lo que mi papá me hubiera hecho si le llego
con tal evaluación). Además, sólo 4 de cada 10 están conformes con su
desempeño. Mal y de malas. Asimismo, tal caída no se vio tan pronto en las
administraciones de Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard, quienes a
estas alturas contaban con 62 y 50 por ciento de aprobación ciudadana,
respectivamente.
El apoyo popular a Miguel Ángel
Mancera es similar al que tenía Cuauhtémoc Cárdenas en 1999. Eso sí, en ese año
asesinaron a Paco Stanley y las televisoras se fueron al cuello del ingeniero
con una campaña de desprestigio impresionante.
Entre el aumento a la tarifa
del metro, los anarquistas, los vagoneros, la línea dorada, el hoy no circula y
otras linduras, el Clooney mexicano ya no sabe cómo sacar las papas del fuego.
Hasta los líderes de opinión le
atizan en la mentada encuesta. Que le falta liderazgo, que no es proactivo, que
no quiere, ni sabe, ni puede gobernar; que no hay coordinación en su gabinete,
que titubea y muestra inseguridad y que lo único que le importa es cuidar su
imagen, ¿será?
Por lo pronto le faltan cuatro
años y medio para terminar su gestión. El golpe de timón tendrá que venir
pronto si no quiere que esto empeore. Al tiempo.
Obituario: México le niega el
asilo a los niños migrantes… ¿Y con qué cara queremos reclamar?