Ayer, el Vaticano expresó que
los homosexuales tienen "dones y atributos para ofrecer" y preguntó
si el Catolicismo está listo para aceptarlos y reconocer los aspectos positivos
de las parejas del mismo sexo. ¡Wow! Aplausos para los señores de sotana.
Imbéciles que se pasan la vida dando clases de moral (cuando ellos la tienen
doble y hasta triple) y buenas costumbres. Gracias por tan distinguida
bendición.
Abren una puerta, ajá. Y está
bien. Hubo jalón de orejas. Un número de participantes dijo que la Iglesia
debería moderar el tono en su lenguaje condenatorio cuando se refiere a las
parejas gay y evitar frases como "desorden intrínseco" cuando habla
de los homosexuales.
¿Qué van a decir ahora tantos
idiotas que se han pronunciado contra los gays y los han calificado de
animales, retorcidos, desviados, perversos, anómalos, abominables,
aborrecibles, invertidos, antinaturales, y no sé qué tantas sandeces más. Para
acabar pronto, para muchos de estos estúpidos sacerdotes, los homosexuales no
son personas. Son lo que sea, menos seres humanos. ¿Dónde se van a meter ahora?
Ellos, claro está, se amparan
en La Biblia, ese bonito libro desde donde emanan todas las enseñanzas de vida,
los buenos ejemplos y la felicidad completa. Dice la primera de Corintios:
"¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los afeminados, ni los
homosexuales heredarán el Reino de Dios". ¡Háganme el chingado favor! ¿Los
sacerdotes pedófilos ya habrán leído ese hermoso versículo?
Bien por Don Jorge Bergoglio,
que en su afán de recuperar a los clientes está haciendo una excelente campaña
de publicidad para abrir mercados. ¡Bien! Se está encargando de limpiar la casa
(al menos hacia afuera), está vendiendo la idea de la apertura y la bondad de
tan vituperada institución.
¿Y la iglesia (los creyentes)?
Ellos no tienen ni voz, ni voto. Nadie les pregunta nada, nadie los pela.
Seguro tendrán sus opiniones y seguro estarán muy divididas. Ahí hay de todo,
muy flexibles y también extremadamente recalcitrantes. Pero ¿a alguien le
importa?
Seguramente la propuesta viene
por el lado del dinero. La comunidad homosexual del mundo puede ser un gran
cliente. Imagínense ustedes lo que la iglesia está perdiendo en bodas,
bautizos, confirmaciones, quince años y demás…
En fin, Álvaro Carrillo tenía
razón cuando dijo: “Sabrá Dios, uno no sabe nunca nada”.
Obituario: #FueraAngelAguirre
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