Resulta que Miguel Ángel
Mancara se destapó, se quitó la capucha, levantó la mano y dijo que sí, sí
quiere ser presidente. No sabe cómo, ni por dónde, pero de que quiere, quiere.
Y ya se apuntó en la lista para la carrera rumbo a los Pinos.
Muy bien, está en su derecho.
Todo político desea eso. Desde el regidor del pueblo más recóndito, hasta el
secretario de estado más carismático (de acuerdo, yo tampoco veo a ninguno)
sueñan con esa sillota. Servir a los mexicanos, guardar y hacer guardar la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las
leyes que de ella emanen… ¡Hasta se me enchina la piel y me dan ganas de
llorar! ¡Vaya honor! ¡Qué bonito!
Miguel Ángel también sueña, y
sueña en grande. Con todo y la línea 12 del metro (y todo el metro en sí), el
“hoy no circula”, las inundaciones, la inseguridad, el tráfico vehicular, la
corrupción, la crisis, las marchas, los plantones, el narcomenudeo, la pobreza,
el comercio informal, el ambulantaje, la delincuencia y hasta la remodelación
de Masaryk y Mixcoac… ¡Uf! Pero él sueña, él piensa en grande (como Eruviel), con
todo y su flamante 26% de aprobación por parte de los capitalinos.
¡Ah! Pero también propuso que
el salario mínimo aumente a casi 83 pesotes diarios. Y además Chapultepec y,
con su nuevo corredor, va a quedar rete bonito. No hay que ser negativos,
también hay que ver lo bueno ¿no?
Pero al final nada de lo
anterior importa. Este país todo olvida, no pasa nada. La memoria no existe.
Una vez en campaña las cosas vuelven a empezar y nadie supo nada. Borrón y
cuenta nueva. Cualquiera con un buen respaldo mediático y económico puede llegar.
Candidato, ahí está tu pueblo. Pueblo, ahí tienes a tu candidato… Córrele
Miguel, y échale ganitas, porque yo, la verdad, sí te veo muy lejos.
Obituario: De veras, ¿otra vez
Big brother? Un ejemplo más de que México no tiene memoria.
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