Ahora resulta que Andrés Manuel
López Obrador promete una "rebelión en la granja", dice que los
políticos, la mafia del poder “usan dinero para comprar lealtades y votos,
engañan, trafican con la pobreza. Por eso pueden postular a una vaca o un
burro, son lo mismo, fulanos y menganos, puercos y cochinos, cerdos y marranos.
Muy pronto habrá una rebelión en la granja y se acabará con la corrupción y la
violencia. Tendremos producción, trabajo y bienestar para todos”. ¡Qué bonito
suena! ¡Qué lindo nuestro mesías tropical. Y yo le creería, de verdad le
creería. Su discurso, ese que repite cada dos minutos, es, de verdad, lo que
este país necesita para cambiar y salir adelante, para dar un golpe de timón y
ser otro de una vez por todas. E insisto, yo le creería y hasta lo apoyaría, si
no supiera de dónde viene y de qué está hecho este hermoso rayito de esperanza.
Quien no está con él, está
contra él. Y entonces es enemigo de México. Vive en una campaña perpetua.
Incendiario, doblemoralino y tapadera de delincuentes (¿verdad Bejarano, Ponce
y Abarca?). Vive modestamente con cincuenta mil pesos al mes y nunca explica
cómo rayos le alcanza para viajar por el mundo y para comprarles coches y tenis
a sus hijitos. Gobernó la Ciudad de México del 2000 al 2006 y nunca vimos que se
acabara con la corrupción, ni la violencia. Tampoco hubo producción, trabajo,
ni bienestar para todos.
Si el discurso mesiánico, tan
llevado y traído, lo lanzara alguien con calidad moral tendría otro impacto,
¿pero AMLO? No gracias, a otro hueso con ese perro.
Y quizá lo traicionó el
inconsciente, o no leyó la obra del maestro George Orwell, pero "Rebelión
en la granja" es una excelente alegoría de una revolución que acaba en
dictadura. Abusados.
Obituario: Apareció muerto el
padrecito que se llevó a un niño al hotel. Si lo mataron por pederasta, ¿estuvo
bien? Es pregunta.