Las fuerzas armadas no son
policías, ni están para servir de antidisturbios, porque no saben ni pueden, ni
tampoco están para servir de falsa seguridad. El ejército está integrado por
los hijos del pueblo mexicano, por hombres y mujeres que provienen de la
entraña más profunda de la nación, hijos de familias trabajadoras, obreros,
campesinos y profesionistas. Debe ser un ejército popular, cercano al pueblo,
un ejército que cuida y sirve, que protege y fortalece, que da certidumbre para
el desarrollo de las actividades de nuestra nación. Ay, ¡Qué lindo se oye!
Pero no es así, al contrario, a
menudo escuchamos que el ejército viola los derechos humanos, que se ensaña con
sus defendidos, que comete atrocidades inimaginables. Y los ciudadanos de a pie
nos sentimos más amenazados por las fuerzas armadas que por los cárteles del
narcotráfico. Total, cualquiera nos puede balacear.
El Ejército, claro, en casos
extremos, podría, pero no debería
ejecutar a ningún delincuente. En ningún caso, por más diabólicos que sean los
malandrines. En Tlatlaya, murieron 22 “presuntos criminales” durante un
enfrentamiento. Sin embargo, todo apunta a que varios fueron ejecutados.
Existen testigos que afirman que los “supuestos delincuentes” ya estaban
rendidos y sometidos. Pero la barbarie y el salvajismo imperan en nuestros
días. ¿Para qué llevarlos ante la justicia? Mejor les ponemos en su madre.
¡Cuánta sangre fría! ¡Cuánta brutalidad!
La Secretaría de la Defensa
detuvo ya a ocho militares involucrados en los hechos. Irán a juicio y
enfrentarán a la justicia castrense. Habrá que ver de dónde vino la orden de
ejecución, o a quién se le ocurrió acribillar a los detenidos.
Porque si en Tlatlaya existió
tal acción, aunque los asesinados “haigan sido lo que haigan sido”, todos los
militares involucrados deben pagar por sus delitos. Y si no lo pagan ahora, lo
pagarán después. Total, esta vida es como el súper, nadie se va sin pagar.
Obituario: “Desde el juego
contra México ya no me marcan penales” dice Arjen Robben. Les digo, se escribe
“karma” y se pronuncia “ándele, por ojete”.
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