Para la clase política es muy
fácil prometer. Prometen y prometen, y luego nos prometen ¡y nada! Ellos lo que
quieren es brincar al siguiente eslabón. Si acaso llegan a realizar alguna
obra, ésta debe ser visible, nada de drenajes profundos o tuberías escondidas.
Tampoco túneles ocultos en el inframundo. No. Hay qué hacer cosas que estén
expuestas, no importa que estén mal hechas, la cosa es que se vean, para
cacarearlas.
Es el caso de Marcelo Ebrard, a
quien le urgía, antes de abandonar su puesto, concluir las dos obras cumbres de
su sexenio como jefe de Gobierno del Distrito Federal. Una era el segundo piso
en periférico a la altura de la fuente de petróleos. La otra era la preciosa,
hermosísima, admirable, maravillosa y funcional línea 12 del metro. La “línea
dorada”. Ésa sería una línea del metro, las demás eran estupideces.
Pero diciembre del 2012 se
acercaba y los trabajos nada más no terminaban. Le dieron “velocidad” y
finalmente la línea que todos estábamos esperando –y que por cierto tardó casi
5 años en construcción− se inauguró con bombo, platillo, Marcelo, Slim,
Calderón, Hollywood, la Raza y varios más, el 30 de octubre del mismo 2012.
Ebrard respiró, ¡le cumplió a la ciudadanía! Ahí tienen su transporte, bola de…
usuarios. Yo −seguro dijo−, yo ya ni a la presidencia aspiro, pero ustedes se
quedan con su metro bien grandote, bien rapidote y bien limpiote…
Casi de inmediato comenzaron
los problemas. Era muy importante revisar el funcionamiento del tramo elevado,
así que, con su permiso, las autoridades correspondientes procedieron a
trabajar por las noches. ¡Pero si es nuevo! “Sí, pero es por su seguridad y por
su comodidad. Entienda, estamos trabajando para usted”.
Y luego resultó que de plano la
línea no sirvió y todos se siguen echando la bolita. De golpe y porrazo cerraron
11 estaciones “hasta nuevo aviso”. ¿La causa? “Una serie de deficiencias”.
Piezas dañadas, durmientes fracturados, desgaste y ondulaciones en los rieles,
vibraciones en los trenes, tornillos rotos, ruedas dañadas y desgastadas, piezas
sueltas sobre los rieles. En fin, la línea es un desastre. 450 mil personas nos
vimos afectadas. Más los que circulan por avenida Tláhuac, que también
quedó reducida y, en condiciones normales, resulta sumamente
problemática. Imagínese usted ahora.
Pero pidieron disculpas. Joel
Ortega sigue sumamente apenado. El cierre era necesario. “En cuanto a seguridad
no se titubea”, dijo. ¡Eso! Mejor así que una tragedia de las dimensiones del News Divine. Y de eso, el ingeniero
sabe. Y sabe mucho.
Pero eso sí, subieron el costo
del boleto para mejorar. Y sí, mejoró muchísimo. Desde entonces ha habido
choques, fallas mecánicas, desalojos, explosiones, conductores borrachos,
fugas, avances lentos, avances con las puertas abiertas, sobrecupo y cualquier
cosa que a usted se le ocurra. ¡El metro de la Ciudad de México es una
verdadera maravilla!
Obituario: Un saludo enorme a
todos los plomeros que están involucrados en la planeación, realización,
construcción, manejo y mantenimiento de todas y cada una de las líneas del metro.
¡Gracias por ser como son!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario