Es echado para adelante,
valiente, animoso, esforzado, trae su discurso muy bien preparado y mejor
estudiado, quiere acabar con las ratas y la corrupción, toma riesgos y enfrenta la vida como venga. Dice
que él es cuaderno de raya y que todos los demás son hojitas sueltas. No
estudió en Harvard, pero cuenta con el coraje para hablarles a la cara a los
demás candidatos. Se enoja, grita, patalea, señala, cuestiona, revira y ya
hasta ganó un debate.
Está cerca de la gente,
la escucha, la apapacha, repite su speech (de veras, se lo sabe de arriba abajo
y de regreso y al revés). Habla de un nuevo despertar, de una nueva primavera,
de trabajar para todos desde su trinchera. Dice que va a despachar en la planta
baja, que su oficina no tendrá puerta, da su teléfono al aire (eso sí, no tiene
whatsapp) y le contesta a todo mundo. Si gana no va a gobernar, va a servir.
Según él va en primer lugar en las
encuestas, pero no está luchando para conseguir votos, está luchando para
conseguir que la gente despierte, que la gente reaccione, que la gente entienda
lo que dice Albert Einstein: “es de locos pensar que haciendo las mismas cosas
puedan suceder cosas distintas”
Resultó un gran candidato, hasta
resucita gente a cinturonazos, bueno, con la hebilla. Pero es un tipo
simpático, cordial, animoso, se brinca los patrones establecidos, quiere
cambiar las cosas, es voluntarioso, abierto, en fin. Monterrey podría tener un
excelente alcalde, si no fuera porque es el “Pato” Zambrano. Lástima, el chiste
se cuenta solo.
Obituario: Que van a liquidar las
barras bravas en el fútbol mexicano. Ajá, y yo me chupo el dedo por cochino, no
por… idiota.
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