Rubén Espinosa se fue de
Veracruz porque lo tenían amenazado. Denunció tales intimidaciones por todos
lados y decidió refugiarse en el D.F.
El pasado fin de semana el
fotoperiodista de Proceso fue hallado muerto junto con otras
cuatro personas en un departamento de la colonia Narvarte. Los cinco
cadáveres presentaban signos de tortura y diversas heridas provocadas con armas
blancas, tres de ellas mostraban huellas de abusos sexuales y todos recibieron
el tiro de gracia. Las líneas de investigación por parte de la PGJDF indican
que se trató de un robo.
Sí claro, un robo, con el
típico modus operandi de los asaltantes a casa habitación. Entran, amenazan,
atacan, hieren, torturan, violan y disparan en la frente. ¡Ah! Y ya luego se
llevan los objetos de valor.
No señores, no se confundan, no
somos tan idiotas. ¿Por qué de todos los cuentos que se pueden inventar se
chutan el más estúpido? Podrían decir que se mataron entre ellos, que de las
manos pasaron a los golpes, que fue el mayordomo o hasta la más simple escusa
del crimen pasional… Pero no, nada de eso, fue un robo. Un simple, vil y
villano robo.
Un robo con toda la saña del
mundo, un robo con tintes políticos, un robo con dedicatoria a todos los que
ejercen el periodismo crítico. Un robo que duele y duele mucho. Un robo que
nada más no nos podemos explicar…
Obituario: Veracruz: ¡qué lejos
quedaste de todo aquello por lo que suspiraba mi Agustín!
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