Todo el año trabajando, en
medio del tráfico, soportando gente verdaderamente insoportable, aguantando
idiotas, saliendo temprano de casa y llegando tarde, durmiendo poco y
descansando menos. Aunque parezca, no me quejo. Un año de arduo trabajo bien
vale la pena si se culmina con la sonrisa de satisfacción, alegría y emoción de
una pequeñita de 5 años que pega de brincos porque ya llegaron los Reyes Magos…
Nada se le compara, no hay con
qué pagarlo, ni siquiera se puede explicar. Esa magia es inexplicable. Y los
magos de oriente van y vienen tratando de conseguir el juguete que describe la
carta. Una, dos, tres, cuatro y hasta cinco tiendas, hasta que lo hallan en lo
más alto de algún anaquel… ¡Ya, con esto acabo!
Pero insisto, vale la pena. El
no poder dormir, la angustia y la ansiedad están totalmente justificados. Nadie
quiere que se pasen de largo.
Y aquellos ni eran reyes, ni
eran magos, pero llegaron a adorar al niño que venía a cambiar al mundo. Hoy la
tradición está más viva que nunca, la ilusión reflejada en esa carita me lo
confirma. Vale la pena, sin duda vale la pena. Es la satisfacción del deber
cumplido. Comienza un año más. Dios quiera que se corone con otra sonrisa de
emoción, satisfacción y muchísima alegría. Así sea.
Obituario: Ay Cuauh, de veras,
como gobernante eres un gran futbolista…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario