“Por razones de derechos
humanos, de respeto a la intimidad, la video vigilancia tenía dos puntos
ciegos”, dijo Miguel Ángel Osorio Chong. Amnistía Internacional respondió
tajante: “Señor Secretario de Gobernación, los derechos humanos no son un
factor en la fuga de criminales, sino la corrupción endémica del sistema de
seguridad”.
Pero no, el gobierno federal
sigue defendiendo lo indefendible. ¿Por qué no aceptan que el reo no se les fue
por idiotas, sino por corruptos? Porque se fugó de una cárcel de máxima
seguridad, diseñada conforme a los más exigentes estándares internacionales. Un
penal en el que, nada más para llegar a la zona de visitas, usted se tarda
cinco horas, con torres de vigilancia internas y externas, con 26 filtros entre
puertas y controles desde el área de aduana hasta la de tratamientos
especiales. Un penal que da escalofríos nada más de verlo desde la carretera.
Una penitenciaría con más de 750 cámaras observando todo, todo el tiempo
(¡trágate ésa, Pedro Torres!). Una prisión de imposible penetración, blindada
totalmente, inexpugnable, tanto en su construcción, como en su sistema.
Sí, ajá, como sea, pero con dos
puntos ciegos. A los internos hay que dejarlos hacer la popó a gusto. Y el
Chapo, según famosos videos, iba y venía, regresaba y volvía, de aquí para allá
y de acá para acullá. Nadie notó nada raro, se sentó, miró hacia la pared, se cambió
los zapatos, caminó otra vez hacia el rincón y aplicó la de Bugs Bunny… Así de
fácil.
Y nadie supo cómo, cuándo y porqué…
Media hora después se lanzó la alerta. El caco se subió a la moto, rompió todos
los focos y se emprendió la graciosa huida.
¿Cárcel de máxima seguridad?
¡No m’ijo! No hay prisión que resista unos chingazos de billetes machines.
¡Bola de suatos!
La súper prisión de El
Altiplano. Fortaleza indomable, orgullo del servicio penitenciario mexicano. Sí
señor, una cárcel que para lo único que no está diseñada es para resistir la
corrupción y la falta de responsabilidad de quienes lo manejan.
Obituario: Con sobrada razón
dice Sam Ocampo (mi adorado padrino): “Si su nombre empieza con ‘J’, por favor
preocúpese. En los últimos días se han ido Joaquín, Jacobo, Joan, Jaime y
Joel…” ¡Qué miedo!
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