jueves, 16 de julio de 2015

Fuga 2.1



“Por razones de derechos humanos, de respeto a la intimidad, la video vigilancia tenía dos puntos ciegos”, dijo Miguel Ángel Osorio Chong. Amnistía Internacional respondió tajante: “Señor Secretario de Gobernación, los derechos humanos no son un factor en la fuga de criminales, sino la corrupción endémica del sistema de seguridad”.

Pero no, el gobierno federal sigue defendiendo lo indefendible. ¿Por qué no aceptan que el reo no se les fue por idiotas, sino por corruptos? Porque se fugó de una cárcel de máxima seguridad, diseñada conforme a los más exigentes estándares internacionales. Un penal en el que, nada más para llegar a la zona de visitas, usted se tarda cinco horas, con torres de vigilancia internas y externas, con 26 filtros entre puertas y controles desde el área de aduana hasta la de tratamientos especiales. Un penal que da escalofríos nada más de verlo desde la carretera. Una penitenciaría con más de 750 cámaras observando todo, todo el tiempo (¡trágate ésa, Pedro Torres!). Una prisión de imposible penetración, blindada totalmente, inexpugnable, tanto en su construcción, como en su sistema. 

Sí, ajá, como sea, pero con dos puntos ciegos. A los internos hay que dejarlos hacer la popó a gusto. Y el Chapo, según famosos videos, iba y venía, regresaba y volvía, de aquí para allá y de acá para acullá. Nadie notó nada raro, se sentó, miró hacia la pared, se cambió los zapatos, caminó otra vez hacia el rincón y aplicó la de Bugs Bunny… Así de fácil.

Y nadie supo cómo, cuándo y porqué… Media hora después se lanzó la alerta. El caco se subió a la moto, rompió todos los focos y se emprendió la graciosa huida.

¿Cárcel de máxima seguridad? ¡No m’ijo! No hay prisión que resista unos chingazos de billetes machines. ¡Bola de suatos!

La súper prisión de El Altiplano. Fortaleza indomable, orgullo del servicio penitenciario mexicano. Sí señor, una cárcel que para lo único que no está diseñada es para resistir la corrupción y la falta de responsabilidad de quienes lo manejan.

Obituario: Con sobrada razón dice Sam Ocampo (mi adorado padrino): “Si su nombre empieza con ‘J’, por favor preocúpese. En los últimos días se han ido Joaquín, Jacobo, Joan, Jaime y Joel…” ¡Qué miedo!

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