El domingo pasado, la atleta
mexicana María Guadalupe González ganó la medalla de oro de los 20 kilómetros
en los Juegos Panamericanos de Toronto-2015. La marchista cruzó la meta y acto
seguido se desvaneció… “Ya quería pararme, ya sentía muy feo, mi respiración ya
no era normal, ya mi cabeza estaba mal”. Ella dice que no sabe cómo llegó a la
meta, no se acuerda. Lo único que sabe es que tenía que cruzar. Se esforzó y
consiguió el primer sitio. Un esfuerzo sobrehumano la llevó hasta allá. ¿Cómo?
Quién sabe, pero lo logró.
Encima de todo, la deportista
ofreció su medalla a todos los mexicanos. Y hasta ofreció disculpas: "El
desmayo no estaba planeado, estaba planificado ganar, pero no en esas
condiciones. Le he dado una preocupación a mi familia, a mis entrenadores. No
debió pasar esto, les ofrezco una disculpa, pero no contaba con el calor que se
sintió aquí".
Obviamente, como se estila en
este país, María Guadalupe no tiene seguro su futuro. No sabe si va a ir al mundial
de atletismo, tiene un lugar, pero no le han confirmado nada. Quiere rozarse
con los mejores y saber qué le hace falta para llegar a los Juegos Olímpicos en
Brasil…
Todo o anterior, es el claro
ejemplo de los mexicanos que luchan, que trabajan y que se parten el lomo por
un sueño. De esos que no esperan nada de nadie para lograr sus sueños.
Guadalupe no tiene patrocinios, ni hace comerciales, ni vende nada, ni sale en
la tele. Ni se concentra en hoteles lujosos, ni gana millones de dólares al
año. Sin embargo es una deportista de élite, simplemente por hacer lo que hizo
y por cómo lo hizo.
Ojalá que las autoridades y/o
los patrocinadores la volteen a ver. Ya se ganó la oportunidad. Vale y vale
mucho. Quizá no reditúe tanto como los atletas que trabajan con las patas, pero
es un garbanzo de a libra que debemos aquilatar. ¡Bien por ti Lupita!
¡Aprovecha todos los parientes y amigos que te van a salir!
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