miércoles, 12 de marzo de 2014

Disculpe las molestias


Para la clase política es muy fácil prometer. Prometen y prometen, y luego nos prometen ¡y nada! Ellos lo que quieren es brincar al siguiente eslabón. Si acaso llegan a realizar alguna obra, ésta debe ser visible, nada de drenajes profundos o tuberías escondidas. Tampoco túneles ocultos en el inframundo. No. Hay qué hacer cosas que estén expuestas, no importa que estén mal hechas, la cosa es que se vean, para cacarearlas.

Es el caso de Marcelo Ebrard, a quien le urgía, antes de abandonar su puesto, concluir las dos obras cumbres de su sexenio como jefe de Gobierno del Distrito Federal. Una era el segundo piso en periférico a la altura de la fuente de petróleos. La otra era la preciosa, hermosísima, admirable, maravillosa y funcional línea 12 del metro. La “línea dorada”. Ésa sería una línea del metro, las demás eran estupideces.

Pero diciembre del 2012 se acercaba y los trabajos nada más no terminaban. Le dieron velocidad y finalmente la línea que todos estábamos esperando –y que por cierto tardó casi 5 años en construcción− se inauguró con bombo, platillo, Marcelo, Slim, Calderón y muchos más, el 30 de octubre del mismo 2012. Ebrard respiró, ¡le cumplió a la ciudadanía! Ahí tienen su transporte, bola de… usuarios. Yo −seguro dijo−, yo ya ni a la presidencia aspiro, pero ustedes se quedan con su metro bien grandote, bien rapidote y bien limpiote

Casi de inmediato comenzaron los problemas. Era muy importante revisar el funcionamiento del tramo elevado, así que, con su permiso, las autoridades correspondientes procedieron a trabajar por las noches. ¡Pero si es nuevo! “Sí, pero es por su seguridad y por su comodidad. Entienda, estamos trabajando para usted”.

Y ahora resulta que de plano la línea no sirve y todos se echan la bolita. De golpe y porrazo cierran 11 estaciones “hasta nuevo aviso”. ¿La causa? “Una serie de deficiencias”. Piezas dañadas, durmientes fracturados, desgaste y ondulaciones en los rieles, vibraciones en los trenes, tornillos rotos, ruedas dañadas y desgastadas, piezas sueltas sobre los rieles. En fin, la línea es un desastre. 450 mil personas nos veremos afectadas. Más los que circulan por avenida Tláhuac, que también quedó  reducida y, en condiciones normales, resulta sumamente problemática. Imagínese usted ahora.

Pero ya pidieron disculpas. Joel Ortega está sumamente apenado. El cierre es necesario. “En cuanto a seguridad no se titubea”, dijo. ¡Eso! Mejor así que una tragedia de las dimensiones del News Divine. Y de eso, el ingeniero sabe. Y sabe mucho.

Obituario: Un saludo enorme a todos los plomeros que estuvieron involucrados en la planeación, realización, construcción y mantenimiento de la línea 12 del metro. ¡Gracias por ser como son!