miércoles, 21 de julio de 2021

Espíritu olímpico

 


 

El Barón Pierre Fredy de Coubertin, pedagogo francés nacido en 1863, es el héroe de esta película, papá. Ese hombre construyó los valores que rigen, bueno, que regían, al olimpismo. El espíritu olímpico es el símbolo más importante de la paz en el mundo de hoy. Permite a las personas de todo el planeta estar juntas y respetarse mutuamente, afirmando los valores de tolerancia y compresión recíproca. El espíritu olímpico está ligado a la deportividad, al sacrificio personal, a una voluntad firme para conseguir los objetivos. El éxito del otro no es un motivo de envidiar o desistir, sino una motivación para seguir adelante e intentar ser mejor cada día… ¡Qué bonito, ¿no?!

¡Pues no! Porque todo esto que en principio estaba destinado a ser una competición entre atletas en la que el "fair play" fuera la norma principal, es hoy una forma de negocio… ¡Un negociazo! Primero, es un espectáculo masivo, por lo tanto el precio que se paga por la retransmisión de las competiciones es altísimo. Vamos viendo, 4000 millones de dólares por derechos de televisión es lo que cobra el Comité Olímpico Internacional, que organiza y dirige los juegos. A eso súmele usted los patrocinios de las más grandes empresas mundiales, que no pagan dos pesos por anunciarse en la justa. Obviamente, la decisión de dónde se celebrarán los Juegos es también un momento importante en el calendario olímpico y en la elección de la sede juegan elementos más económicos y políticos que deportivos. Tal como lo quiso mi Barón. Yo me pregunto, ¿puede aspirar algún país pobre a la organización de unos juegos olímpicos? Lo dudo. Algo más: muchos miembros del Comité Olímpico Internacional han sido acusados de corrupción, mientras que algunos atletas han optado por mejorar con drogas sus habilidades en la pista. ¿Y el espíritu olímpico? Bien, gracias.

No lo sé, quizá nunca hubo un espíritu olímpico y desde Coubertin el principal objetivo de los Juegos fue buscar un divertimento entre países ricos. Y, eso sí, ganar -mucho- dinero.

Por eso, los juegos olímpicos siempre han sido un asunto de números. Después de todo, el lema Citius, Altius, Fortius -más rápido, más alto, más fuerte- no significa segundos, metros y kilos, significa dinero.

Por último, si usted, querido lector, tiene un medio de comunicación y no pagó derechos al COI -Comité Olímpico Internacional-, no nada más no puede transmitir NADA que tenga qué ver con los juegos. No, tampoco puede, ni siquiera, mencionarlos por su nombre. Usted no puede decir “Juegos Olímpicos”, “Tokio 2021”, “Tokio 2020”, “Tokio” “Olimpiada” “Cobertura, reporte o crónica de Tokio”, “Cobertura, reporte o crónica de los Juegos Olímpicos”. Nada de eso, si lo hace, se puede meter en un serio problema legal, así de simple. Por lo tanto, y aplicando la del súper portero, le sugiero que mejor diga: “Justa deportiva”, “Competencias de verano”, “Eventos deportivos en Japón”, “Competencias en Japón”, o cualquier otra frase que no atente contra el sagrado olimpismo. O páguele al COI y quítese de problemas.

Por todo lo anterior, ¿usted cree que, en medio de la pandemia que vivimos y los riesgos que corren los atletas en Tokio, se iban a atrever a cancelar el evento? No señor, antes muertos, que sencillos.

Así, no existe espíritu olímpico, existe negocio olímpico, el espíritu olímpico se hundió en el mar de la comercialización y la corrupción…

Obituario: ¿Y dónde están las vacunas? Nos faltan 20 millones.

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