martes, 28 de julio de 2015

Después del amor



Sentarse en la silla de director técnico de la selección mexicana de fútbol en este país es como casarse con el amor de su vida…

Ajá, primero viene el enamoramiento, la luna de miel, la melaza sobre las hojuelas, las sonrisas, los cariños, los apapachos, los besos, las caricias y tantas otras cosas…

Después viene la comezón, los malos resultados, la cruda realidad, darse cuenta que las cosas no eran como lo esperaban, los ataques, los reproches, los insultos, las discrepancias y las increpancias (ya sé que esa palabra no existe, pero me gustó cómo se oye). Al final, la inevitable separación. “Tu vida y mi vida se la llevó la… Me voy, esto ya no puede continuar, no eres lo que esperaba, ni yo soy para ti. Te mereces algo mejor y yo doy un paso al costado. No eres tú, soy yo”.

Justamente en ese punto está Miguel Herrera, el otrora amigo de todos. Ese gordito sonriente y bonachón que de pronto se transformó en un energúmeno golpeador de ¿periodistas? Ya se lo había advertido: “donde te vea…” Y pues lo vio y lo enfrentó y le dio unos sopapos en el cuello. Sí, en el cuello, porque mi Christian Martinoli es grandote y no le pudo alcanzar la nariz, que era el objetivo principal. Y su hija se fue sobre Luisito García, lo atacó con un bofetón. ¡Qué injusto! A Luis, que estaba tratando de calmar los ánimos. 

Por favor, que alguien le diga a Michelle Herrera de qué trabaja su papá. Qué hace y cómo. ¡Ah! Y cuánto le pagan. Que alguien le diga que de eso se trata, que si no quiere ver fantasmas, que no salga de noche. Eso sí, la actitud de la niña no me extraña, la educó Miguel Herrera.

Se acabó el amor, se avecina una tormenta. Miguel violó los códigos de la FEMEXFUT, que aunque usted no lo crea existen. No lo sé, quizá cuando usted lea esta columna, ya le estén buscando reemplazo a mi piojo.

Obituario: Bill Cosby, un ejemplo de vida… en sus series de televisión.

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